-No, no necesito ayuda- digo en un tono un
tanto despreciativo, pero ha preguntado por mí, no creo que se lo merezca.
-Bueno, pues tu cara no dice lo mismo- el
chico es guapo, pero también es un tanto pesado. ¿No me puede dejar en paz? Aunque, ahora que lo pienso hace menos de un
minuto deseaba que alguien se preocupase por mí. A veces no me entiendo a mí
misma.
A pesar de mi cabezonería, el chico se sienta
a mi lado en la misma postura a centímetros míos. Me mira y extiende el brazo.
-Me llamo Lucas- dice con una gran sonrisa en
la cara. Por muy desagradable que sea, parece que no se va a ir.
-Carolina- digo sin devolverle el apretón de
manos.
-Carolina…-hace una pequeña pausa-, ¿puedo
llamarte Caro?
¿Caro? Nunca nadie me ha llamado así, pero me
parece un bonito diminutivo, y, aunque sonrío por dentro; respondo ariscamente:
-Si quieres…
Lo más raro es que todavía no se haya hartado
de mí, cuando me pongo así la gente se suele poner nerviosa y se va.
-Y, Caro- dice levantándose y extendiéndome
la mano, para ayudarme a levantar, como un caballero-, ¿te apetecería un
granizado bien fresquito?
Me río, intentado que no se dé cuenta, pero
no es tan tonto.
-¿Por qué debo fiarme de ti?
-¿Te he dicho en algún momento que te fíes de
mí?- sonriendo, agarro su mano y me levanto con la fuerza de su brazo. Intento
comportarme fría, pero es demasiado simpático.
-¿Eres de aquí?- me pregunta.
-No, pero tampoco es que tenga muchas ganas
de vivir aquí.
-¿Te puedo preguntar por qué?
Intento soltar un no pero al final respondo.
-Pues… porque: esto está lleno de medusas,
estaría marginada completamente y solo tendría a mis padres gritando y a mi
hermana diciéndome: “¿Dónde está mi bolso, renacuaja?”- digo intentando imitar
su voz, aunque creo que lo digo en un tono un tanto estúpido, porque Lucas, se
empieza a reír. No sé que le hace gracia, es verdad; no me imagino una vida en
la que sólo estén mis padres discutiendo y mi hermana metiéndose conmigo-. ¿Qué
te hace tanta gracia?- no me responde, se sigue riendo a carcajada limpia-. En
serio, para.
Intento poner cara de indignada, y miro para
adelante, aunque sus tentadores ojos me dicen que lo mire, quiero que se trague
que me he enfadado.
-¿Sabes que estás muy guapa enfadada?
¿Guapa? ¿Yo? Si tengo el aspecto más normal
que cualquiera se puede encontrar. Cabello castaño, unos ojos miel claros, nada
del otro mundo.
-Entonces tendrías que verme cuando discuto
con mi hermana, parezco una supermodelo- digo en tono sarcástico.
Llegamos al puesto de los granizados y yo me
pido uno de naranja, siempre me han gustado. Cuando la gente lo ve, suele poner
cara de asco, pero Lucas se ha pedido uno igual.
-Algún día lo tenía que probar- me dice
sonriendo-. No está mal.
¿Tiene que estar siempre sonriendo? Esa
preciosa sonrisa que parece estar hecha para combinarla con aquellos
maravillosos ojos verdes.
Sólo había visto unos ojos tan bonitos como
aquellos una vez en mi vida: los de Pedro…
Aquellos ojos azules como el mar son
inolvidables, pero lo que me pasó con él aún más.
Lo recuerdo como si fuera el día de ayer. En
esos momentos mi vida era perfecta: mis padres no discutían, mi hermana no me
chinchaba tanto como ahora y tenía al novio perfecto: Pedro. Tan sólo han
transcurrido dos años desde aquello.
Pasaron los meses, todo el mundo nos conocía
como “la pareja perfecta”, pero un día, cuando menos me lo esperaba; sucedió.
Mis padres empezaron una discusión que hizo que ahora estén como están.
Fui a hablar con Pedro, pero él me hizo caso
omiso, pasó de mí, sentí que no le importaba nada, y después de salir por la
puerta de su casa, no volví a hablar con él. Cuando me lo encontraba, no me
sentía capaz de mirarle a los ojos; esos ojos llenos de recuerdos que se
estropearon por aquello. Aunque, una semana más o menos después de que me
marchara de su casa, me enteré de que estaba saliendo con otra chica. Aunque, a
veces, cuando me lo encuentro, y le miro un instante, me mira con ojos de
culpa, con ojos de perdón, algo que, después de lo que me hizo; no me enternece
como para perdonarlo.
Pero acordarse de Pedro ahora es una de las
peores cosas que puedo hacer, ya que ha pasado mucho, no lo puedo olvidar. Y me
prometí que nunca lloraría por alguien que me ha hecho daño, aunque esta misma
mañana lo he hecho: por mis padres.
Intentando no sollozar, continúo hablando con
Lucas, que resulta ser una persona muy simpática, mucho más de lo que me
imaginaba.
Su móvil suena, me alivia un poco que no
suene una estridente canción de heavy
metal, ya que no es mi tipo de música favorita. Siempre me he tomado un
poco en serio lo de los gustos musicales.
-¿Sí?- hace una pequeña pausa y me hace un
gesto para que espere un momento, asiento y continúa-. ¿Dónde estáis? Es que…
Vale, pues nos vemos en la plaza y hablamos de lo de esta noche- dicen con desgana-. Me tengo que ir con mis amigos,
¿quieres venir?
-No, gracias, me voy ya para mi casa.
Aunque no tenga gana alguna de volver, ya he
tenido suficiente lío por hoy. Tengo muchas cosas acumuladas en mi cabeza como para
ir a otro sitio más, así que en cuanto llegue a mi casa me encerraré en mi
cuarto y no saldré hasta que sea necesario.
Me tiro lo que queda de mañana en mi
habitación, a veces leyendo, a veces conectada a internet, incluso algunas
veces me duermo, ya que la noche anterior no he podido dormir muy bien.
Comemos, todo es como siempre, mi madre sale
con unas ojeras que dan miedo y mi padre con una cara de mal humor
espectacular. Por suerte, no van a estar aquí en toda la tarde y no volverán
hasta la madrugada, ya que mi padre tiene una fiesta de trabajo en una ciudad
cercana al pueblo en el que veraneamos, y mi madre (aún me pregunto por qué) le
acompaña.
Poco después de que se vayan, me encuentro a
mi hermana maquillándose. Tiene sólo una año más que yo, pero se pinta el
doble; supongo que le encantará maquillarse.
-¿Adónde vas?- digo apoyada en el umbral de
la puerta del baño.
-A una fiesta- responde echándose rímel-.
¿Quieres venir?
-¿Yo? Eh, no sé.
-Venga, anímate. No es tan malo.
Reflexiono durante unos minutos. En realidad,
me puede venir bien. Podría hacer rabiar a mis padres, demostrarles que todavía
existo, llamarles la atención. Además, mejor que quedarse aquí odiándolos en
silencio, es.
-Está bien. ¿A qué hora empieza?
-A las once y media- la miro con cara de
duda, sé que me estoy metiendo en cosas que no estoy preparada-. Tranquila,
volveremos antes que los padres.
Ninguna de las dos les llamamos papá y mamá
entre nosotras, creo que las dos estamos bastante cabreadas con ellos.
Me visto para la ocasión con ropa que mi
hermana me presta, un top y una minifalda, un poco atrevido, pero Natalia (así
se llama mi hermana) me la ha aconsejado.
Cualquiera que me vea en estos momentos puede
pensar que soy una persona atrevida, sexy, o cosas como esas; pues se
equivocan. Yo nunca he sido una chica que haya querido llamar la atención, es
más; nunca la he llamado. Tengo unas cuatro o tres amigas, porque yo sólo
califico a una persona como amiga cuando estoy segura de que no dicen falsedades
y son amigas de verdad.
Por desgracia mía, aquí no tengo amigas, la
única que tuve se mudó, y no la he vuelto a ver, aunque hablo con ella. Ahora
he conocido a Lucas, pero no estoy segura todavía de que pueda tomarlo como un
amigo mío.
-¿Lista?- dice mi hermana interrumpiendo mis
pensamientos y cogiendo un bolso.
Pongo cara de insegura, pero luego sonrío:
esta noche es mía.
-Claro, vámonos.
3 comentarios:
que rico es Lucas, es que me lo imagino con su sonrisa (L) me encanta!
a ver que pasa en la fiesta
Bsoos
MADRE-MÍA-CARMEN! Escribes GENIAL! Me ha enamorado el cap.! Anda que no has mejorado desde tu primer novela en la que te conocí ;)
QUE CHULOOO Y LUCAS M ENCANTA ME ENAMORADO DE ÉL...
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